La enseñanza de un sueño

Un día veraniego de agosto en Alhama de Murcia, me desperté de un sueño reparador, tranquilizador y sobre todo instructivo. Pensé que sería bueno describir lo que había soñado sobre todo por la enseñanza que inferí de él. Os lo describo:

Me encontraba en Granada, visitando a un gran amigo que estaba enfermo. Iba con la familia al completo, pero no sabría definir quiénes eran sus componentes, si bien recuerdo a mi mujer atareada en sus menesteres mientras yo desalojaba el coche de los bultos propios del traslado. En el hotel me indican que una parte de la Alhambra estaba cerrada, y era precisamente donde estaba mi amigo sufriendo las dificultades de su respiración.

Después de unos días decidimos volver a Murcia, habíamos cumplido nuestra misión. Bajé al coche a instalar las maletas, y después bolsas de regalo. Estando realizando dicho acomodo, se montaron dos individuos en el coche sin mi permiso; eran unos presuntos maleantes.

Como pude, arranqué el coche con ellos dentro, y salí hacia el centro de la ciudad para pedir ayuda. A lo lejos vi a un policía, me acerqué a él con los maleantes dentro, necesitaba salir de dicha situación… De pronto, sentí un impacto de bala cuyo proyectil me dio de lleno, noté un inmenso dolor, y durante un tiempo que no recuerdo, perdí el conocimiento. Al rato, sonó mi móvil, lo oía, pero no sabía si yo estaba vivo o muerto; sonaba y sonaba, y dentro de mi situación incierta sobre muerte o vida, decidí cogerlo. Pensé, si estoy vivo me oirán, si es al contrario pues, no sabría qué hacer.

Oí una dulce voz: “¡Abuelo…!”.  Era mi nieta. Al decirle “Dime”, comenzó un entrañable dialogo donde se podía certificar que me encontraba vivo… Sentí una gran alegría, pero entré en un periodo de seis años de silencio dentro del propio sueño…

Cuando volví de nuevo al sueño, estaba otra vez en Granada, en el mismo hotel, y ¡oh, sorpresa!, me encontré con el que me disparó. Me sorprendió mi reacción, lo observé con una gran ternura y libre de sentimientos de rabia, culpa, o deseos de muerte hacia esa persona… Me acerqué a él con una paz inmensa y le dije: “Hola, amigo, ¿qué tal?”. Se quedó sorprendido al verme y especialmente ante el saludo, pero yo estaba aún más emocionado de esa paz que curaba hasta el pensamiento… Sentía una tranquilidad inmensa en mi interior, pero al mismo tiempo sabiendo que debía guardar una cierta distancia con la persona que intentó arrebatarme la vida. Y así, terminó mi sueño.

Podría sacar muchas conclusiones de lo relatado con anterioridad, pero os comentaré algunas que me vinieron a la cabeza, justo al despertar:

1º Los seres humanos siempre navegamos entre la vida y la muerte. Tenemos oportunidades permanentemente de felicidad, que en ocasiones sabemos disfrutar y en otras se nos pasan inadvertidas. En otros momentos fases de duelo, de pérdidas, que nos hacen daño, que las rechazamos, pero forman parte del propio existir. Siempre hay una familia que te ama, y unos elementos que destrozan por su propia intranquilidad.

2º Cuando no sabemos discernir entre la vida y la muerte, aparece una voz que te salva; una voz que te dice: “¡Estás vivo!”.  Siempre tenemos a cientos de ángeles a nuestro alrededor que te cuidan, que te aman, que te ayudan a vivir en este mundo incierto…La voz calmó mi interrogante, pero sobre todo calmó mi alma ante la rabia e impotencia de los efectos negativos de la vida. El amor es el bálsamo de la paz y felicidad a la que estamos llamados.

3º Al encontrarme con mi atracador, no sentí rencor, sino una tranquilidad que sobrepasaba mi propia piel. Por medio de una sonrisa le pude decir: “Hola, no me has hecho daño, he visto tu propio dolor, y ese dolor es el que me ha curado mis rencores, mis miedos, mi tremenda rabia contra ti… Me siento en paz contigo, pero sería conveniente estar en distancia, para que tú descubras tu intranquilidad y yo la abundancia de amor que me ha sobrevenido.”.

Llevo grabada en mi mente y en mi corazón, ese saludo angelical de “Hola, abuelo” y, sobre todo, el comprobar que esa dulce llamada me despertó a la vida. El amor hace milagros incluso cuando estamos en lo más profundo de la oscuridad; la voz del amado, de la amada, es la fuerza, la escalera que te devuelve a lo que realmente estamos llamados: a la luz, a la paz, la tranquilidad, la felicidad, y la armonía de un saber vivir y, sobre todo, de un saber perdonar y ubicar los hechos desde el corazón.

Miguel Cuartero

 Orientador Familiar. Formado en Logoterapia por Asociación Española de Logoterapia – Madrid

Asociación Viktor Frankl Región de Murcia

Correo electrónico: murcia@viktorfranklregiondemurcia.org

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