La vida a veces duele

Realmente la vida duele. Es la experiencia que tengo de mis años de voluntariado. De joven quería, juntos con otros compañeros y compañeras cambiar el mundo, las ideas juveniles nos permitían el pensar en esos logros, pero… no sólo que no hemos podido, sino que, en este mundo de libertades, cada vez hay más esclavitud mental ante los aspectos reales de la persona. Todos somos diferentes, cada uno vive su vida como buenamente puede, pero todos pagamos el precio del dolor por estar vivos.

            Me gusta comentar la metáfora de Eduardo Galeano, en su “libro de los abrazos”, donde precisamente nos indica esta originalidad de cada individuo que nos lleva a vivir experiencias únicas e irrepetibles. Dice así:

            “El mundo es eso -reveló-, un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con la luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que no se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende”.

                Todos somos llamas originales, cada una con su color e intensidad. Somos seres cuyo molde se rompió el día que nacimos; seres únicos. Pero somos seres inacabados, en proceso permanente de restauración, no sólo por defectos de origen, sino por las inclemencias del día a día de la vida. Somos seres que nos realizamos de momento a momento.

            Es cierto que pagamos un precio por vivir, pero no menos cierto que nuestra “llama” individual, es capaz de calentar y/o armonizar todo lo que nos rodea. Si la vida duele, el contagio calorífico nos trasporta a mundos desconocidos para nosotros. Cuando conozco otra vida, comienzo a observar unas originalidades capaces de transformar mi mente y corazón, fuerza que me ayuda a entender que el vivir merece la pena a pesar de ese dolor que de vez en cuando me pudiera embargar.

            La vida a veces nos duele. ¿Te imaginas la vida sin dolor? ¿Cómo sería la vida sin muerte? De entrada, nos parecería genial, pero como en otro lugar hablamos, la apatía nos invadiría, no existirían proyectos a lograr, tendríamos todo el tiempo del mundo, estamos en un gozo permanente, pero sin sentido. La vida duele, pero ese dolor no es eterno, como tampoco es la felicidad.

            Por este motivo, vivir es estar en permanente transformación hacia una perfección que sólo se podrá lograr en la medida de nuestros logros diarios, de nuestro amor por la vida y la de mis próximos. Hacer un mundo mejor como el que nos encontramos es una forma de aliviar el dolor por el precio de vivir.

            Merece la pena el viaje de la vida.

Miguel Cuartero

 Orientador Familiar. Formado en Logoterapia por Asociación Española de Logoterapia – Madrid

Asociación Viktor Frankl Región de Murcia

Correo electrónico: correo@viktorfranklregiondemurcia.org

Scroll al inicio